miércoles, 6 de noviembre de 2013

Nuestro tiempo

En la universidad vivimos el tiempo de una manera intensa. Cada día es un acopio de agudas vivencias.


Hay períodos de acumulación, parece que remamos en redondo, que casi no avanzamos. Y de pronto todo se precipita, el ritmo es vertiginoso, damos saltos, giramos, viramos.


Lo que la universidad más teme es quedarse quieta. Que todo en ella se vuelva previsible e inerte. Incluso los calendarios son solo un marco para ella, un punto de referencia. El espacio - tiempo creado y creíble es lo que cuenta.


En realidad nuestro tiempo es todos los segundos. Tenemos la sensación de la urgencia. 


No nos podemos descuidar y si bien se impone a veces la parsimonia no debiéramos 
aceptar los baches, los vacíos, la discontinuidad.


Nos inquieta en grado sumo que de golpe nuestro rumbo se pare. ¿Por qué esa tendencia de tener tiempo para derrochar? No debiéramos pensar que mañana es mejor, nos gusta ya, de inmediato, a cada momento.


El que viene a la universidad se siente inmerso en un torbellino: proyectos, planes de estudio, experimentaciones y también seminarios, y clases y encuentros. El tiempo entre nosotros es un hervidero dichoso.


Por eso duele tanto este marasmo. Es como si de la noche a la mañana encalláramos, un banco de arena nos detiene y atasca. Hay una estupefacción y un desconcierto. Se paraliza todo y nuestro entusiasmo se agobia.


Las almas y los cuerpos nos dolemos, no podemos entender que ante tanta tarea y necesidad aceptemos de modo tan frío quedarnos parados.


No tendríamos derecho a un futuro mejor si nuestro presente no es pleno. A veces nos volvemos memoriosos o anhelantes y dejamos el presente en manos de los saqueadores.


Como si el dios de la universidad mandara tiempo por montones. Cuando en verdad pasa que nuestro tiempo es breve, la inmensidad de nuestras preguntas nos exige gozarnos cada momento, llenar de inteligencia todas las horas.


El tiempo es una fiesta: lento y veloz, pletórico y ensimismado, prefiere el mañana al ayer pero vive hoy, en el hoy, en una actualidad fascinante y diversa.


No nos convence aplazar, decir: la semana próxima, ¿quién dispone de tanto tiempo para rifarlo de ese modo? Tiene que ser ya, es mejor este día, es el único que se nos da y no puede esfumarse.


¿Acaso sabemos lo que se juega entre nosotros? Los estudiantes lo dicen, es el mundo, nuestro mundo, el único. Ese mundo no es de nadie en particular, es de todos y por eso nuestra responsabilidad es inmensa.


Lo que nos espera desespera por nosotros. Hay que ir una y otra vez a las fórmulas, las hipótesis, los lenguajes. Decir y hacer, poner a prueba, comprobar y dudar siempre.


¿Acaso la duda da tiempo? Es algo de todas los momentos, lo único que tiene es instantes, está hecha de un tiempo real, misterioso, inmenso. 


Parecemos tan distraídos que a veces asusta. Como si tuviéramos todo el tiempo y entonces gastamos, alargamos, diferimos. De fuera nos ven y no pueden creerlo, ¿de dónde sacarán estos tanto tiempo?


Entre tanto nos demoramos para reunirnos, como un dromedario y todo se resbala, se dilata, pesadamente se mueve.


Pero qué pasa, el tiempo es un bien colectivo y hay personas que lo administran como si fueran sus atesoradores. Como el aire, el tiempo es de todos. La universidad es un lugar en el que respiramos juntos y nuestro aire es el pensamiento común.


Uno respira en las palabras de otros. ¿Qué aire estamos compartiendo? Ahora parece un aire asfixiado, como si fuera el aire del fin de algo, nos sentimos ahogados.


La inteligencia se atora, expulsada de su medio natural, como un pez en la arena.

Tengo la sensación de un momento de poco aire. Acaso ello obedezca a nuestra holgura de tratar el tiempo como un bien inagotable.


La duración no es un bien natural, un recurso ilimitado. El tiempo se agota si no se lo cuida. Se vuelve infinito si se lo ama, disfruta, conquista. El tiempo que no cultivamos le quita el aire a muchas personas.


Uno espera que nadie aquí se sienta dueño de él. Hay que tener una clara disposición. 


No negarle a los otros y a la universidad el tiempo que le es propio y el aire en el que palpita a sus anchas. 


Directivos, estudiantes y profesores, ¿qué hacemos entonces con nuestro tiempo? ¿Lo seguimos tratando como despilfarradores? Ese tiempo que ahora gastamos tan alegremente se lo quitamos a la gente, que es su verdadera poseedora.


El asunto que tiene hoy entre manos la universidad es simple y llanamente la posibilidad a futuro de su respiración y su aliento.




[Publicado también en el portal UdeA Noticias]

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